lunes, 9 de agosto de 2010

MANUEL MEJÍA VALLEJO

Nació en Jericó- Antioquia (1923), y murió en el Retiro (1998). Escritor y periodista; compuso piezas literarias en novelas, poesía, cuentos, ensayos y críticas. En sus obras enfatiza, entre otros aspectos, sobre el hombre de las providencias o los grupos suburbanos. Además, a partir de ellas ha contribuido a acrecentar el patrimonio cultural y literario a nivel regional y nacional.

Sus obras más reconocidas son:

Novelas

La tierra éramos nosotros (1945)

El día señalado (1964, premio Nadal)

Las muertes ajenas (1979, mención especial del Premio Casa de las Américas)

La casa de las dos palmas (1988, premio Rómulo Gallegos)

Cuentos

La tierra éramos nosotros (1945)

El día señalado (1964, premio Nadal)

Las muertes ajenas (1979, mención especial del Premio Casa de las Américas)

La casa de las dos palmas (1988, premio Rómulo Gallegos)

Poesía

Prácticas para el olvido (1977)

Memoria del olvido (1990) y Soledumbres (1990)

A continuación, me permito publicar un fragmento sobre la obra que le otorgó el premio Rómulo Gallegos, en 1988:

El pueblo entero comentó la llegada de Efrén Herreros montado en su mula negra, lento el paso a la casa del maestro Bastidas. Sombrero de fieltro oscuro, cejas crespas bajo el ala, ojos pardos bajo las cejas.
-No había vuelto desde su encuentro con el obispo.
-Llevan dos horas hablando.
-Algo debe pasar con La Zoraida.
Desde que Medardo Herreros la abandonara, Zoraida Vélez escandalizó a Balandú en lo que consideraron prostíbulo. Desafiadora y tímida su presencia, pelo ondulado sobre los hombros, pulsera en forma de serpiente, y en la mano una sombrilla nerviosa.
-Mírenla.
Vestidos y adornos que le regalara Medardo en su época de andanzas extraviadas, añadidos al perfume que unía la piel al deseo. Su pava de grandes alas y sus lentes de diseño desacostumbrado la señalaron más que su figura, siempre dio la sensación de que algo ocurriría en ella o junto a ella.
Todavía joven, Paula Morales se atrevió a defenderla, transferida a la forastera en su exotismo aldeano.
-Paula defendería al mismo Lucifer -comentaron dos mujeres, sus rostros casi pegados. En la soledad de su cuarto Zoraida lloró por el hombre y porque advertía más enceguecidos sus ojos mientras lloraba. Las gafas entonces fueron desafío al pueblo y a su mala racha, fueron una manera de no esconderse, escuchando canciones en la grafonola que le dejara Medardo cuando le dijo que pronto regresaría".

Páginas de referencia cibergráficas:

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2027

http://www.epdlp.com/texto.php?id2=976

www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/tarde/cronol.doc

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