“El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.”
Nació en Aracataca, Colombia, 1928. Novelista colombiano. Estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador.
A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca, cuyos rasgos más característicos fueron los de ficción y fantasía.
Tras la publicación de dos nuevos libros de ficción, en 1965 fue galardonado en Colombia con el Premio Nacional. Dos años después, logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien Años de Soledad.
Sus obras están plagadas de leyendas y elementos sobrenaturales; fantasía y adaptación estilística. Hacia 1969 se instaló en Barcelona, y a partir de la amistad con escritores e intelectuales célebres, conformó lo que se conoció como el Boom de la Literatura Hispanoamericana.
En 1972 Gabriel García Márquez obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Posteriormente, en 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura.
En cine también ha intervenido en la redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras.
A continuación, un fragmento de Cien años de soledad.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
(...)
José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus trescientos habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.
(...)
Vio una mujer vestida de oro en el cogote de un elefante. Vio un dromedario triste. Vio un oso vestido de holandesa que marcaba el compás de la música con un cucharón y una cacerola. Vio a los payasos haciendo maromas en la cola del desfile, y le vio otra vez la cara a su soledad miserable cuando todo acabó de pasar, y no quedó sino el luminoso espacio en la calle, y el aire lleno de hormigas voladoras, y unos cuantos curiosos asomados al precipicio de la incertidumbre. Entonces fue el castaño, pensando en el circo, y mientras orinaba trató de seguir pensando en el circo, pero ya no encontró el recuerdo. Metió la cabeza entre los hombros, como un pollito, y se quedó inmóvil con la frente apoyada en el tronco del castaño.
(...)
En aquél Macondo olvidado hasta por los pájaros, dónde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa dónde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra. "
Páginas de referencia cibergráficas:
http://www.youtube.com/watch?v=CMJT51w_BVY
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_marquez.htm
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